Ayer nos enteramos, a partir de unos tuits de @juherya, de una realidad muy triste e indignante.
Parece ser que fue muy inteligente el presidente del Consejo General de Enfermería cuando pasó la cuota que los colegios pagan al Consejo, de un porcentaje a un tanto fijo por colegiado y mes: entre otras cosas, ha conseguido que los colegios que ayudan a que las enfermeras en paro pueden seguir estando colegiadas (rebajando las cuotas o devolviendo al final del ejercicio la fracción correspondiente al tiempo que han estado sin trabajo) lo paguen caro, llegando incluso a un saldo negativo, lo que implica que sean los otros colegiados quienes los subvencionen, pero nunca el Consejo General. Es una gran desvergüenza. Y lo malo es que lo aprobó por mayoría la Asamblea General, con el voto a favor de algunos de estos colegios, indecorosamente sumisos pero, al parecer, con cierta sensibilidad social.
No es solo una falta de ética por parte del Consejo General de Enfermería, sino una ausencia total de estética, que puede parecer que no, pero también es muy importante en quien se supone, como él mismo y sus palmeros mediáticos reclaman, que encarna a «La Enfermería». Creemos que debería haber una campaña para que el Consejo dejara de lucrarse injustamente a costa de la lamentable situación de desempleo y precariedad que ha contribuido, por activa y/o por pasiva, a generar. Y que devolviera a los colegios que están subvencionando las cuotas a los desempleados lo que tan inmoralmente les han cobrado, porque ese dinero es nuestro, somos nosotros quienes lo pagamos. (Lo suyo sería llamar a la insumisión a estos colegios, pero sería absurdo esperar que alguien se convirtiera en insumiso frente a una norma que refrendó con su voto cuando se aprobó).